Cuidado con las piscinas engañosamente tentadoras

Yo derrochando estilo en mi antigua piscina desmontable

En Logroño (también conocido como Invernalia) esto del verano nos ha pillado un poco por sorpresa. O al menos a mí. Hace dos semanas no podía salir de noche sin una chaqueta o cazadora de cuero y ahora de repente estamos inmersos en la ola de calor que azota a todo el país desde hace unos días. Y esto de que el verano haya entrado de lleno de forma súbita tiene un principal inconveniente que es el de las piscinas engañosamente tentadoras.

Te explico. Tú bajas con tu revista y tu toalla dispuesta a broncearte en una pose glamourosa mientras haces oídos sordos a los berreos de los hijos gritones de tus vecinos. Cuando llevas apenas diez minutos la ola de calor empieza a hacer de las suyas y empiezas a darte cuenta de que, por mucho que estilice, quizá no haya sido buena idea ponerte un bañador negro. Porque el sol se encarga de calentarlo tanto que tienes la sensación de que podrías hacer una barbacoa sobre él. Mañana me pongo el biquini blanco, te dices, ese que tienes reservado para cuando luzcas un bronceado envidiable.

Entre tanta reflexión trascendental la temperatura sigue subiendo y es entonces cuando barajas las posibilidad de darte un chapuzón rápido y volver a tu pose digna sobre la toalla. Dejan de importarte los alaridos de los niños mimados y chillones engendrados por tu vecindad que salpican y chapotean de forma ruidosa, frente a la idea, que cada vez va cobrando más fuerza, de convertir ese bañador negro que te abrasa en algo húmedo que refresque de forma agradable tu piel.

El primer paso para lograr tu objetivo consiste en pasar por la ducha. Al abrirla descubres que aún quedan cosas que pueden quemar más que tu bañador recalentado, como el agua casi hirviendo que te cae encima de sopetón durante los primeros segundos. Es en este preciso instante cuando tu voluntad cede ante la tentación de ese gran bloque de agua azulada que te atrae como cantos de sirena.

Dejas a un lado tu sentido común y en lugar de mojar primero la puntita del pie como han hecho toda la vida nuestras sabias abuelas te lanzas a la piscina a lo Falete. GRAN ERROR.

¿Por qué? Porque a las piscinas de Logroño parece que el verano también les ha pillado por sorpresa y no han tenido tiempo ni de calentarse un poquito, y la diferencia de temperatura entre el agua y el exterior es criminal.

Resultado: carrera precipitada hacia la toalla, pero no para tomar el sol con pose de diva sino para envolverme tiritando en ella. Esto me pasa por no hacer caso de mi sentido arácnido que me alertaba del hecho de que en la piscina solo nadaran niños y jubilados, especies altamente resistentes e inmunes como todo el mundo sabe, mientras que el resto de los adultos que pululaba por allí se mantenía a una distancia sospechosamente prudencial del agua.

El piso que alquilamos en Madrid el verano pasado, antes de mudarnos a Logroño, no tenía piscina. Así que mi chico, que es un SOL (¡con mayúsculas!) me dio la alegría de plantarme una desmontable en el jardín, sillones hinchables incluidos. Ahí sí que podía una combatir el calor con glamour y dignidad, y buena prueba de ello es la foto de la cabecera.

La piscina desmontable que mi chico me regalo el verano pasado

Las fotos son de mi cuenta de Instagram. Si me sigues te prometo que no te haré sufrir con fotos de mis pies salvo en las contadas ocasiones en las que quiera compartir contigo el descubrimiento de algunos zapatos maravillosos baratísimos y contarte dónde los he comprado. Bueno, y quizá cuando lleve calcetines de pastelitos.

20 respuestas a “Cuidado con las piscinas engañosamente tentadoras”

  1. qué bueno!, real como la vida misma!, está claro que si en la piscina sólo hay niños es que algo pasa!. Y el clima de Logroño es templado y suave comparado con todo lo que queda más al norte, mwahahahaa, esto es tropical!!
    Está claro que el glamour en la piscina sólo se da en piscina particular!
    besos y risas

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  2. que sí, que el agua está muy fría (sobre todo en la de mi bloque, que no le da el sol Jamàs!) pero el truco para evitar los niños es bajar a las horas de comer/cenar, o incluso a las diez de la noche que hay una paz enorme!
    Yo es que no soy de bronceado!
    besos frescos del norte

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