Ya he contado en algún que otro post lo mucho que me gustaba, cuando era más jovencita, dejarme el pelo larguísimo durante dos o tres años para a continuación hacerme algún corte de pelo radical. Cuanta más cantidad de pelo se quedara en el suelo de la peluquería, mayor satisfacción me proporcionaba el cambio. Y tres cuartos de lo mismo con los tintes: fue justo después de atreverme con el rubio platino cuando me decidí también a probar el negro azabache. De un extremo a otro he ido saltando por toda la escala cromática de tintes capilares habidos y por haber.

Y es que aunque lo de renovarse o morir suene un poco manido ya, a las famosas les sigue funcionando con total efectividad a la hora de acaparar todo el protagonismo en la alfombra roja de cualquier evento, tal y como hemos podido comprobar recientemente con el cambio a pelirroja de Christina Aguilera. Así que, ¿por qué no íbamos a hacer lo mismo el resto de las mortales? 

Los expertos recomiendan que no se cambie drásticamente de imagen cuando se pasa por alguna situación traumática, como una ruptura sentimental. Dicen que siempre es mejor meditarlo y esperar un tiempo, para no tomar este tipo de decisiones en caliente y arrepentirse después. Pero yo no estoy del todo de acuerdo con esto.

Muchas veces se produce un cambio importante en nuestra vida —puede ser una mudanza a otra ciudad o un cambio de trabajo, no necesariamente una ruptura de pareja—, que nos hace descubrir nuevas facetas de nosotros mismos. Nos sentimos diferentes y necesitamos que esos cambios se reflejen de alguna forma en nuestra imagen. Porque esa coherencia es la que nos da la sensación de autenticidad.

Por eso, por mucho que los psicólogos y expertos recomienden esperar antes de hacernos un cambio de look radical yo no suelo hacerles mucho caso al respecto. Creo que los cambios radicales pueden ser muy positivos y estimulantes. Siempre y cuando no sean irreversibles, claro está. Si no que se lo digan a Britney Spears aquella vez que le dio por raparse la cabeza. Pero si nos hacemos un corte bonito o coqueteamos con un baño de color y luego nos arrepentimos tampoco es el fin del mundo.

¿Qué os parece a vosotros esto de los cambios radicales de look? ¿Os habéis hecho alguno del que os hayáis arrepentido después? Precisamente sobre este tema opinamos en la nueva entrega del post semanal del Cosmojurado de bloggers, así que si aún no lo habéis leído podéis descubrir las opiniones de mis compañeras bloggers en este enlace.