
Están a punto de cumplirse ya dos meses desde aquel post que os escribí desde una de las cubiertas del ferry rumbo a Plymouth. Y, aunque estás últimas ocho semanas han sido tan intensas que no acabo de creerme que solo hayan sido ocho, ya puedo decir que estoy más que adaptada a la vida en Torquay.
Las tres principales preocupaciones que atañían a todos a quienes comentaba mis planes de pasar una temporada en tierras británicas —el clima, el idioma y la comida— al final no han sido para tanto. Respecto al clima, de momento no me puedo quejar: apenas ha llovido en estos dos meses, e incluso ha llegado a hacer calor suficiente como para disfrutar de las increíbles playas de esta preciosa zona conocida como Torbay.
En lo referente al idioma reconozco que los primeros días me sentía dura de oído. No me costaba expresarme, pero entender al 100% todo lo que me decían era misión imposible muchas veces. Pero dicen que la mejor forma de aprender un idioma es teniendo que comprar el pan todos los días en el país en el que lo hablan, así que creo que voy bien encaminada. Si os estáis planteando aprender inglés mi consejo es que —una vez que tengáis unas nociones decentes de gramática— quedéis con nativos para conversar. O que vayáis a una academia donde la conversación se trabaje lo suficiente (si estáis en Barcelona podéis echar un ojo a CallanSchool). Porque a andar se aprende andando, y a hablar inglés, hablándolo. 😉

Y respecto a la comida, ¡no os voy a engañar, echo un poco de menos la dieta mediterránea! Pero hay que reconocerles a los ingleses que saben cómo hacer unos desayunos espectaculares.

Además Devon es una zona preciosa, llena de atracciones turísticas, restaurantes de todo tipo y rincones curiosos que descubrir. Este fin de semana hemos estado en un lugar llamado House of Marbles (la Casa de las Canicas).

Está a unos veinte minutos en coche de Torquay, cerca de un pueblo llamado Bovey Tracey. Allí se pueden visitar tres pequeñas exposiciones: una de juguetes antiguos, otra de cerámica y, como no, una de canicas donde encontraremos varias carreras de canicas —no estoy muy segura de si es la mejor forma de traducir marbles run—. Se trata de recorridos laberínticos por los que se van deslizando canicas con solo pulsar un botón. Un espectáculo hipnótico capaz de hacerte perder la noción del tiempo.


En los expositores encontramos cosas muy peculiares. Me llamó particularmente la atención una caja llena ¡de ojos de cristal!


Y este ajedrez portátil que veis sobre estas líneas me pareció de lo más ingenioso. Había vida mucho antes de los smartphones y las videoconsolas portátiles. 😛
Pero el plato fuerte del lugar es el hecho de poder ver a los artesanos trabajando el vidrio para dar forma a todas esas maravillas que luego se pueden comprar en la tienda. Eso sí, en la sala en la que trabajan hace calorcillo, así que si tenéis previsto visitar el lugar os aconsejo que llevéis una camiseta de manga corta debajo para que no os pase como a mí, que casi salgo de allí como de la sauna de lo abrigada que iba.


Las instalaciones incluyen también un pequeño restaurante del que no puedo hablaros mucho porque nosotros terminamos la visita antes de la hora de comer.

Y por supuesto, nos encontramos también con una tienda de dos plantas donde comprar, desde ropa, accesorios y piezas decorativas de vidrio, hasta, como no podía ser de otra forma, canicas de todo tipo y juguetes de inspiración nostálgica.


En el camino de vuelta pasamos de casualidad por delante de Seale-Hayne y aprovechamos para ver una exposición de ilustraciones de los libros de Harry Potter que justo terminaba el domingo. Fue allí donde aproveché para hacerme esta divertida foto a punto de coger la Snitch dorada.

Este año (obviamente) no he podido asistir a la semana de la moda en Madrid, pero la he estado siguiendo desde la distancia como corresponde a toda blogger de moda que se precie, y en el último post del COSMOJurado os cuento lo que más me ha gustado y lo que no me ha gustado tanto. Podéis leerlo en este enlace.