Desde hace mucho tiempo tengo la sensación de que el año empieza realmente en otoño, como si aún siguiera midiendo la vida en función de los años escolares. Quizá por eso no me sale de forma natural lo de ponerme a hacer evaluación sobre los logros conseguidos cuando llega diciembre, ni me tomo demasiado en serio lo de marcarme una serie de propósitos para arrancar con el mes de enero.
Cuando llegan estas fechas yo ya estoy inmersa en mis nuevos objetivos, aunque no por eso deje de darle mentalmente la bienvenida a los nuevos dígitos del calendario. Y sí que aprovecho para hacer un poco de examen de conciencia y ver si las metas que me marqué al empezar el otoño van por buen camino.
Para este año escolar en curso me había propuesto sobre todo dos cosas: terminar la novela de ciencia ficción en la que llevo trabajando desde que me mudé a Reino Unido y compensar el sedentarismo de las horas frente al ordenador volviendo a llevar una vida más activa. Esto último de momento va bien: me apunté a un gimnasio estupendo de Torquay en septiembre e intento ir de forma regular —a excepción de estas últimas semanas, que entre las vacaciones y la preparación de mi inminente mudanza han sido un poco caóticas—. Gracias a que este gimnasio tiene dos piscinas cubiertas estupendas he podido recuperar la afición a uno de mis deportes favoritos, la natación, que combino con rutinas de cardio y algo de pesas. Leer Más