
Videoblog Belleza: Tutorial trenza de 5 cabos paso a paso
No puedo evitarlo: mis ganas de pasar la melena por la tijera son directamente proporcionales al aumento de las temperaturas conforme se acerca el verano. Como las de casi todo el mundo, supongo. La culpa la tiene la costumbre, ya que durante muchos años de mi adolescencia lo primero que hacía en cuanto terminaba el último examen de junio era presentarme en la peluquería para que me hiciesen un bob a la altura de la mandíbula.
Resultaba bastante liberador, supongo que también por el hecho de asociarlo a la libertad que se respira los primeros días de verano. No perdí esa costumbre al abandonar la adolescencia, sino que modifiqué el hábito de manera que este cambio tan radical se daba cada dos o tres veranos, en lugar de año tras año. La sensación era mucho más liberadora ya que mi melena tenía más tiempo para crecer a sus anchas.
Las última vez que fui a la peluquería para un cambio de look tan radical había conseguido esperar cuatro años, y tenía el pelo casi tan largo como ahora. Recuerdo que la peluquera me miraba con mucha lástima, y no paraba de preguntarme si estaba segura de querer cortármelo tanto. Intentó convencerme de que lo hiciera de forma gradual para asegurarme de que no me arrepentiría, y me sugirió que primero me lo cortara a la altura de la clavícula, y al mes siguiente ya como yo lo había pedido, pero no di mi brazo a torcer. No me gustan las medias tintas, ni siquiera en el pelo.
Como también tenía que retocar las mechas, la peluquera optó por hacerme una coleta y cortármela primero en seco a la altura de los hombros, para no hacer un dispendio innecesario de tinte y demás productos capilares.
No sé si alguna vez os han cortado la coleta en seco, pero es divertido. Al menos a mí me divierte. Es emocionante, porque sabes que desde el primer tijeretazo ya no hay vuelta atrás. Supongo que lo único que lo supera es raparse a lo Demi Moore en La Teniente O’Neil, aunque hasta ese extremo no he llegado nunca (de momento…). Leer Más