
Addoor sigue en pie de guerra mediando entre las grandes marcas de moda y cosmética y los bloggers, y ayer ejercieron de exquisitos anfitriones en la presentación de Ange ou Démon, Le Secret en Madrid. Y tuve la suerte de ser invitada, y el privilegio de entrevistar a Françoise Donche, olfatóloga o «nariz» de Givenchy.
Podría hablaros de mil tecnicismos sobre las notas de pricipio o el fondo amaderado, pero como eso ya os lo he contado en Cienporcienguapa.com, aquí voy a daros mi opinión de forma un poco más desenfadada.
Haciendo honor a su nombre, la presentación era un pequeño secreto, y aunque sabía que asistía a la presentación de una fragancia de Givenchy, no tenía ni idea de que era la sucesora de Ange ou Démon.
Soy muy rara con los perfumes, los que me conocéis lo sabéis. Me cuesta mucho encontrar alguno con el que me sienta plenamente identificada, aunque sólo sea en determinados momentos. Por eso no me gusta que me los regalen, a menos de que yo los haya probado y pedido previamente. Ange ou Démon me cautivó por completo cuando salió hace varios años. Es un perfume intenso y magnético, dulce pero penetrante, pero que tiene tanta personalidad que o te enamora, o te parece excesivo. No hay término medio. Y cuando salió a la venta, yo observaba con ansiedad a las posibles compradoras que lo probaban en los stands de las perfumerías, y sufría lo indecible si la fémina en cuestión ponía cara de disgusto al olerlo.
Me daba pánico que, después de encontrar un olor tan «mío», tras un tiempo lo acabaran retirando del mercado porque no gustase o algo así. Por este motivo llegué a atesorar varios frascos de perfume al mismo tiempo.
Este trauma me viene desde la adolescencia, cuando iba a El Corte Inglés de mi ciudad natal a probar perfumes, y acabé enamorándome de Sotto Voce, de Laura Biagiotti. Me encantaba, y sólo soñaba con empezar a trabajar para gastarme el sueldo en comprarlo. Pero cuando llegó ese momento, algún espíritu malévolo decidió dejar de fabricarlo. Sólo conservo una pequeña muestra que venía en una colección de perfumes en miniatura, y que obviamente no utilizo. Sólo de vez en cuando me doy el placer de olfatearlo un poco, como quien bebe una copa de un buen coñac en una ocasión especial.
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