
No es fácil reconocer que estás enganchado a la oximetazolina. Muchos no sabréis ni de lo que hablo, pero los que no podéis conciliar el sueño sin un bote de Utabon, Respir, Respibien, etc., en la mesita de noche sabéis perfectamente a lo que me refiero. El maravilloso y apasionante mundillo de los descongestionantes nasales.
Cada uno empieza con el vicio de una manera diferente, bien por culpa de un catarro persistente o por una alergia más intensa de lo habitual. En mi caso fue por una rinitis crónica vasomotora, que es la que aparece como una reacción a la exposición continuada al humo de tabaco. Mis padres fumaban como carreteros y pasé muchos años de mi infancia y adolescencia con la nariz congestionada, achacándolo a mil alergias imaginarias. Y fue precisamente en mi adolescencia cuando me hice amiga íntima de mis botes de Utabon.
Digo botes, y el que haya sufrido esta adicción lo entenderá, porque cuando descubres un medicamento que al fin te permite respirar bien después de años de sufrimiento no te conformas con un solo bote. Yo guardaba uno en cada uno de mis bolsos, otro en la mochila para ir a clase, otro en el cajón de los medicamentos y cómo no, uno más en mi mesita de noche. Si los planetas se alineaban para que se me acabaran todos los botes en mitad de la noche entraba en estado de ansiedad y no podía dormir hasta que me las apañaba para encontrar una farmacia de guardia y hacerme con provisiones.
Leer Más