
No quiero que me odiéis más de la cuenta, así que no voy a daros demasiado la tabarra con lo feliz que soy siendo una nómada digital que puede trabajar en cualquier sitio donde esté su portátil y una buena conexión a internet. Pero sí, soy más feliz que una perdiz comiendo regaliz por aquello de no estar encadenada a una oficina, poder viajar libremente y ser dueña de mi tiempo, aunque eso a veces también implique un mayor esfuerzo a la hora de desconectar para no estar veinticuatro horas con la cabeza pendiente del trabajo.

Durante mi primer mes en Torquay, como tardaron varias semanas en activarme el ADSL en casa —bienvenidos a la Gran Bretaña y su ritmo de vida—, aproveché para recorrerme todas las cafeterías con WiFi de la ciudad. Me encanta trabajar desde cafeterías tranquilas. Aunque suene paradójico me resulta mucho más sencillo concentrarme e inspirarme para escribir. Y además siempre se ha dicho que los desayunos saben mucho mejor fuera de casa.

Pero el frío no perdona, y con la bajada de temperaturas de las últimas semanas muchos días me da pereza salir de casa. Y como ya tengo una conexión de ADSL estupenda, empiezan a faltarme las excusas para vagabundear por ahí haciendo el papel de escritora bohemia, así que me quedo calentita en mi guarida, resignada a desayunar crumpets con Nutella —qué vicio más malo, qué vicio— y una taza de mi té favorito. Leer Más