Durante muchos años estuve sin usar gafas de sol porque me costaba mucho encontrar algunas con las que me sintiera cómoda y me viera realmente favorecida. Cada vez que entraba a alguna tienda especializada me encontraba o bien con dependientes asfixiantes de esos que no están dispuestos a dejarte escapar con las manos vacías, o bien todo lo contrario, dependientes desganados a los que casi había que suplicar que te abrieran las vitrinas para probarte un par de modelos. Como si no hubiera un término medio algo más razonable.

Con estos antecedentes no es de extrañar que mi visita esta semana a Sunglass Hut (c/ Goya 71, Madrid) me haya sorprendido tanto. El local no es excesivamente grande, pero lo primero que hacen cualquiera de los chicos que trabajan allí es recibirte con una gran sonrisa y decirte que puedes probarte todas las gafas de sol que quieras. No solo las de los expositores, que no están encadenadas a alarmas gigantescas que te dificulten la sencilla tarea de ponértelas sobre las orejas, sino cualquiera de las decenas de modelos diferentes que hay guardados en los cajones. ¡Te dejan a tus anchas para que abras cajones y cojas y sueltes gafas a tu antojo! Como os podréis imaginar, yo, que soy de las que si me dan la mano cogen el brazo y que no me había visto antes en otra igual, aproveché y me las probé todas.

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