Ayer me encontré con una de esas noticias con las que no sé muy bien si reír o llorar: seis futuras astronautas rusas que estaban a punto de embarcarse en una simulación de un viaje de ocho días a la luna tuvieron que aguantar impertérritas que un periodista bastante desubicado les preguntara que cómo iban a aguantar tantos días sin hombres y sin maquillaje.
Menos mal que las señoras, a pesar del malestar generado por la pregunta, supieron estar a la altura y no mandar a ese periodista deslenguado a tomar por saco. Porque si hubiera dependido de mí, la respuesta hubiera sido algo más parecido a: «estimado señor, gracias al cielo que no todos los hombres son como usted, porque entonces más que echarlos de menos lo que nos faltarían serían motivos para volver a salir de la nave.»
En pleno siglo XXI las mujeres no solo tenemos que seguir aguantando de forma estoica hechos demostrados como que ganamos mucho menos que los hombres cuando hacemos el mismo trabajo que ellos, sino que además nos toca lidiar con la condescendencia y la sorna de quienes se sienten superiores a nosotras.
Que no se confunda nadie, no voy a ponerme en plan feminista radical a vociferar que hombres y mujeres somos iguales, porque lo cierto es que no lo somos. Nos separan diferencias fisiológicas insalvables, y eso es una cuestión que no admite discusión. Lo que queremos las mujeres es igualdad de oportunidades. Porque rara vez esas diferencias fisiológicas justifican por ejemplo el abismo que separa los salarios de directivos y directivas, o de actores y actrices, por poner un par de ejemplos rápidos.
Y digo yo que algo estaremos haciendo bien las mujeres en el marco de la carrera espacial cuando el objetivo del experimento del que forman parte estas seis mujeres rusas es el de evaluar cómo se adaptan ellas al aislamiento, con el objetivo de incrementar la presencia femenina en los próximos viajes espaciales.
Serguéi Ponomariov, director del experimento, no ha tenido reparos a la hora de afirmar que a día de hoy consideran que el desempeño de las mujeres es mejor que el de los hombres. Bravo por él, un hombre sin complejos capaz de dar al César lo que es del César si así corresponde.
El problema es que a continuación ha hablado Igor Ushakov, el director del Instituto de Problemas Biomédicos de Moscú —la institución que organiza el experimento— y ha dicho: «Les deseo que no tengan conflictos, aunque se suele decir que dentro de una cocina, dos amas de casa apenas pueden vivir juntas.»
Así que un pasito para adelante y dos pasitos para atrás.
Vía | Europapress