
Karl Lagerfeld, también conocido como el káiser de la moda, también tiene sus trapos sucios, por muy de alta costura que san dichos trapos. Y ahora, gracias a un libro publicado por uno de sus ex asistentes, todos esos cotilleos comprometedores han salido a la luz y han quedado al alcance de cualquiera.
Arnaud Maillard ha decidido rentabilizar los 15 años que se ha pegado trabajando para el modisto alemán, a modo de libro revelador de detalles morbosillos, y así nos lo cuenta el diario Bild. El libro, titulado Karl Lagerfeld y yo, cuenta que la estudiada imagen del káiser no se debe tanto a la creatividad, como a los caprichos de una persona algo neurótica y bastante insegura.
Así, el cuello característico de sus camisas, del doble de alto que un cuello normal, responde a su obsesión por ocultar las arrugas de su papada, y sus constantes gafas de sol sirven para dar cabezaditas durante algunas reuniones.
Cuenta Maillard que tarda más de media hora cada día en maquillarse y arreglarse el pelo en su característica coleta, tras haberlo empolvado con champú en seco que luego va espolvoreando a su alrededor durante el resto del día.
Tras pasarse media vida atiborrándose a perritos calientes y bollos, de repente un día se volvió anoréxico y comenzó a adelgazar hasta acabar usando pantalones de chica de la talla 34, a los que, como le quedan demasiado ajustados, siempre termina por romperles la cremallera. Podría ser peor. En lugar de vaqueros con cremallera, podría usarlos con botones, y haber matado ya a algún asistente de un botonazo en medio de la frente.
Para embutirse en esa mini talla, se ayuda de los milagros de la Coca-cola light. Bueno, y también se ayuda de una faja-corsé que cada mañana se ajusta como si de Scarlett O’Hara se tratase.
Y aunque no se le conocen demasiadas aficiones, hemos sabido gracias al libro, que tiene contratado a un profesor de mambo con el que baila dos veces por semana, y con esa finalidad, la de bailar mambo, se hizo un espacio diáfano de 120 metros cuadrados en su casa de París. Qué injusta es la vida, su saloncito de baile es dos veces mi casa…
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