Es inevitable que el verano le pase factura a nuestra piel. En mi caso este año me la notaba un poco apagada, y aunque suelo ser muy meticulosa con mis rituales de limpieza, sentía los poros algo taponados y con tendencia a granitos. Supongo que es el precio a pagar por estar todo el día embadurnada de protectores solares de factor 50, porque aunque los que uso no son precisamente los más grasos es normal que las pieles mixtas acaben sufriendo un poco y se engrasen algo más de la cuenta.

Por eso pensé que era el momento oportuno para hacerme algún tratamiento de cabina para empezar el otoño con buen pie y volví por segunda vez a Albanta, un centro de estética de Logroño en el que este verano me hicieron un tratamiento de parafina para hidratar las manos que me gustó mucho.

En Albanta me hicieron un diagnóstico de la piel y me propusieron una limpieza a fondo con extracción manual de puntitos negros e impurezas, y un tratamiento a base de ginseng siberiano para revitalizar la piel y devolverle la elasticidad y la luminosidad. Ha sido una experiencia estupenda y estoy contenta con el resultado, así que quiero compartir en un post los detalles del tratamiento por si alguna se anima a hacérselo también. 

El tratamiento constaba de varias fases y empezaba con una exfoliación combinada de acción mecánica (con granos de polietileno) y queratolítica (con extracto de piña), para eliminar las celúlas muertas de las capas más superficiales de la piel.

A continuación me aplicaron un suero revelador a base de aceite de espino amarillo y el concentrado de ginseng siberiano. Esta combinación estimula la renovación celular y ayuda a combatir el estrés oxidativo.

El siguiente paso fue la extracción de puntitos negros e impurezas. Era la primera vez que me hacía una en cabina, y no sé por qué iba con la idea de que iba a ser algo molesto o doloroso, pero me la hicieron con muchísimo cuidado.

Después de la extracción llegó el momento de relajarse con un masaje en cara, cuello y escote con una crema densa y muy agradable a base de extracto de boldo, que ayuda a calmar y normalizar la flora cutánea.

El penúltimo paso, que es el que podéis ver en las dos últimas fotos, fue el más curioso. Primero me aplicaron extracto de levaduras y un complejo hidratante a base de ácido hialurónico y ginseng siberiano, y sobre esta mezcla aplicaron bicarbonato de sodio. Al contacto con el polvo, el gel se transformó en una especie de mousse. Entonces, encima de esa mezcla, me pusieron las gasas que veis en la foto y aplicaron encima una nueva mascarilla de vitamina C bastante densa, con la textura como de un yogur.

Me la dejaron actuar durante unos 15 o 20 minutos —no sé el tiempo exacto porque estaba a oscuras y con música relajante y me faltó poco para echarme allí mismo una buena siesta—, y después de retirarla finalizaron el tratamiento con una crema energizante de efecto tensor a base de extracto de mandioca, polvos soft focus y extracto de ginseng siberiano.

Además de muy desestresada, salí del centro de estética con la piel relajada y flexible. Me dieron varias muestrecitas de una crema de día y otra de noche para seguir unos días más con el tratamiento en casa.

Aunque la mejoría es notable en todo el rostro, me ha sorprendido ver cómo ha mejorado la piel del escote, que este año estaba más débil y deshidratada que de costumbre. Ya estaba empezando a plantearme comprar una crema específica para esta zona tan delicada —de momento me apaño con la misma que para el resto del rostro—, pero después del tratamiento en Albanta la noto mucho más recuperada de los estragos del sol.

La duración del tratamiento es de unas dos horas aproximadamente, y el precio es de 79€. En mi opinión, ha merecido y mucho la pena, y probablemente repita de aquí a unos meses.