La estampa navideña de la nevada nocturna que se ve desde la ventana mientras se disfruta del calorcito de la chimenea también tiene un lado menos amable si pensamos en todas esas pequeñas localidades españolas que viven bajo el riesgo de quedarse aisladas del resto del mundo en situaciones de temporal. Tal es el caso de Tresviso, un pequeño pueblo de Cantabria al que los rigores del invierno pasado dejaron aislado durante un mes por culpa de las nevadas.
En este pequeño municipio cántabro, su apenas medio centenar de habitantes (muchos menos en realidad durante los meses de invierno) está más que acostumbrado a convivir con el riesgo de aislamiento por culpa de las intensas nevadas de la zona. Desde hace generaciones los tresvisanos tienen muy clara la necesidad de prepararse a fondo antes de la llegada del frío, y por eso llenan sus congeladores y despensas con todo tipo de alimentos y productos de primera necesidad.
Pero hay situaciones en las que incluso todo espíritu previsor puede ser poco. Y por eso la Asociación sin ánimo de lucro de Proveedores de Vending de España ha querido llevar hasta Tresviso a través de su iniciativa Benditas Máquinas tres máquinas solidarias con productos de lo más variopinto (desde caldo o café hasta pan precocinado, latas de conserva o pilas). Productos que los tresvisanos dijeron que habían echado de menos durante las semanas que estuvieron aislados el invierno pasado.
Pero no todos los productos de estas peculiares máquinas expendedoras son de primera necesidad. También se puede conseguir a través de ellas productos navideños como turrón, latas de uvas para Nochevieja, cava o bolsitas de cotillón.
Y para que estas Benditas Máquinas no pasen frío un grupo de costureras valencianas de la tienda Al Sol a Mano les han tejido una bufanda gigante y unas orejeras. Os dejo con el vídeo del día que se instalaron las expendedoras para que veáis las reacciones de los vecinos de Tresviso. 😉
A veces se hace imprescindible abrazar la soledad y escuchar el silencio para encontrar la inspiración. Estos pueblos, enclavados en la sierra, son idóneos para hallar aquello que se pierde con el frenético ritmo de la vida: la paz, sosiego, tranquilidad y calma. Cuando Chopin huyó de Paris a un pueblo llamado Valldemossa (está en Mallorca), consiguió vencer el miedo a la enfermedad que le torturaba. Paseando por las calles empedradas y llenas de flores del encantador casco antiguo del pueblo mallorquín, ideó algunas de sus obras de gran valor musical, transcribiendo parte de su vida en partituras. En cuanto a las máquinas expendedoras, son “viejas amigas” de viajeros nocturnos, de estudiantes “frikis” y de todos aquellos que quedan fuera de los horarios establecidos. Es fantástico, que ahora saliendo a la calle en un pueblo aislado del mundo entero, se puede a cambio de unas pocas monedas, conseguir algún recuerdo de la “gran civilización”. 🙂
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