Debo admitir que nunca me canso de comprar bolsos. Tengo una obsesión absurda con ellos, hasta tal punto de que a menudo me encuentro en la situación de no saber dónde meterlos. Afortunadamente la dudosa calidad de los materiales de la mayoría de tiendas en las que puedo permitirme comprar, tipo Inditex, hace que pocos bolsos aguanten mi ajetreo diario y sus asas terminen rompiéndose tras ceder a la tortura de la sobrecarga a la que los someto. Y cuando no son las asas es el forro interior el que dice hasta aquí hemos llegado.

Llegados a ese punto, a menos de que por algún motivo le tuviera algún cariño especial al bolso, no puedo evitar alegrarme de tener la excusa perfecta para comprarme uno nuevo. Sin embargo toda regla tiene una excepción, y en mi caso esta excepción es un bolso-mochila semi rígido que me acompaña ni más ni menos que desde el año 2004.

Lo compré en la estación de Atocha, un día que hacía tiempo mientras esperaba el Cercanías para ir a trabajar. Y aunque reconozco que no lo he tratado con demasiado cuidado, me ha acompañado como bolso de batalla (ese que vale para llevarlo todo cada día) durante muchos años, y todavía hoy se conserva prácticamente como el primer día. 

Ya habréis adivinado que la marca de este bolso tan estoico es Coronel Tapiocca, y él fue el culpable de que yo me animara a probar otros artículos de la firma. Pero nunca antes me había animado con el calzado, hasta ahora que, aprovechando que tienen un 20% de descuento para celebrar el lanzamiento de su tienda online he pedido unas botas. ¿Adivináis cuáles? 😉

Como me salgan tan resistentes como el bolso más me vale irles buscando un lugar privilegiado en el armario…