Reconozco que nada más leer hace unos días la noticia de que Kylie Jenner puede llegar a pasar cinco horas al día haciéndose la manicura, el primer impulso fue el de escribir un post despotricando sobre cómo los rituales de belleza llegan a esclavizar a tantas mujeres hasta límites absurdos.
Me acordé también de mi amiga Mónica, que es de lo más pizpireta y le encanta arreglarse, pero que opina que lo de andar tan pendiente de las uñas es una auténtica servidumbre. Yo misma paso de forma cíclica por distintas fases en lo referente a mi manicura: hay épocas en las que apenas me acuerdo de limarme las uñas y retirar cutículas, y otras en las que encadeno una manicura permanente detrás de otra, hasta que acabo con las uñas tan débiles que necesito olvidarme una temporada de los esmaltes. Y vuelta a empezar.
Al principio de cada fase en la que paso de pintarme las uñas me siento liberada, como si me hubiesen quitado una tremenda carga de encima. Pienso en todo el tiempo de mi vida que he desperdiciado dándome a mí misma brochazos de esmalte, y maldigo un poco esta sociedad tan injusta en las que a las mujeres se nos presiona para estar perfectas hasta el último detalle, incluidas las uñas de los dedos meñiques de los pies. ¿Acaso hay algo más absurdo? ¿No basta con llevar las uñas de los pies limpias y arregladas, que encima tenemos que pintarlas del color de moda de la temporada? ¿Por qué no se ven los hombres obligados a prestar tanta atención como nosotras a los extremos de sus dedos?
Pero de repente me encuentro con que tengo algún evento o cena especial, y me sorprendo a mí misma pensando con que quizá sería buena idea llevar una manicura bonita. Como los esmaltes normales no me duran ni 48 horas, termino haciéndome siempre una manicura permanente para que al menos la inversión de tiempo me merezca la pena. Y entro entonces en la fase de exaltación: ¡la manicura permanente me parece uno de los mejores inventos de la humanidad! Me encanta verme las uñas bonitas todo el tiempo, y sin descascarillados inoportunos.
Pero entonces —unas dos semanas después— llega el momento de quitar el esmalte permanente. Y las uñas quedan hechas un desastre, al menos a mí. Y en ese momento solo puedo elegir entre llevarlas fatal durante un par de semanas, o volver a pintarlas. Y ese es el problema: que lo de la manicura se convierte en una obligación y me arrepiento del día en que entré en el círculo vicioso de los esmaltes permanentes. Porque lo de los nail arts enrevesados solo tiene gracia si se hace por diversión.
Cuando era muy joven, 6 o 7 años, mi madre me obligaba a hacerme las uñas y lo odiaba —Kylie Jenner.
Por eso en el caso de Kylie Jenner —sabiendo que ella misma ha confesado que antes detestaba hacerse las uñas porque su madre la obligaba a hacérselas desde los seis años—, sorprende de primeras que haya acabado por cogerle tal gustillo al asunto como para dedicarle hasta cinco horas al día.
Pero supongo que la clave para entender su afición está precisamente en caer en la cuenta de que ya no es una obligación para ella. Es algo así como un hobby. Y uno muy lucrativo si tenemos en cuenta que ha colaborado con la firma Sinful Colors para lanzar no una ni dos, sino tres colecciones de esmaltes.
Así que en el caso de Kylie y sus manicuras no podemos despotricar contra la esclavitud de los rituales de belleza. Porque está claro que para ella lo que empezó siendo una obligación ha acabado por convertirse en un pasatiempo con el que probablemente disfrute, del mismo modo que otros pasan horas jugando a videojuegos o construyendo maquetas de trenes eléctricos. Y como ocurre con cualquier afición sana, la mera satisfacción es excusa más que suficiente para dedicarle tantas horas al día como queramos o podamos.
Yo también soy de las que se olvida incluso de limar las uñas como estoy renovando esmalte cada dos días.Utilizo esmaltes permanentes de vez en cuando pero la última vez las uñas se me quedaron como amarillentas así que estoy en la etapa de darles un respiro.
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Yo había conseguido estar más de un mes sin pintármelas, pero he vuelto a caer en el círculo vicioso de la permanente… 😦
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Me gustan las uñas cortitas.
Besitos
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A mí tampoco me gustan las uñas tan largas.
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Jaja yo tambien la mayoria de tiempo mantengo mis uñas sin esmalte (porque no me crecen 😦 )
Visitame y sigueme 😉 https://makeupnochi.wordpress.com
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