Hace un par de semanas me tocó viajar a Roma para actuar en una gala de magia en el Auditorio de la Conciliación —por si alguien aún no lo sabía: sí, algunas noches en vez de bruja soy maga—. A pesar de que en principio era un viaje de trabajo quisimos quedarnos un día más para poder disfrutar al menos un poco de la ciudad.
Yo ya había estado en Roma hace un par de años, así que la parte más turística como la zona del Foro o la Fontana di Trevi ya las conocía. Por eso lo que me apetecía en este día libre en Roma era callejear un poco, perderme paseando con toda la tranquilidad del mundo y sin las prisas de querer ver en tiempo récord todo lo que marcan como imprescindible las guías turísticas.
Nos alojamos en el Hotel Atlante Star porque era de los más cercanos al auditorio en el que actuamos. Las habitaciones son de estilo clásico —de las de moqueta y muebles señoriales—, y aunque la nuestra no era precisamente espaciosa al menos pudimos disfrutar de unas espectaculares vistas a la Basílica de San Pedro.
Lo mejor de este hotel está en su azotea: una preciosa terraza en la que tomar un cóctel con unas vistas panorámicas de la ciudad. Además en la penúltima planta hay un restaurante totalmente acristalado llamado Les Étoiles en el que, además de cenas de precio prohibitivo, se sirven los desayunos cada mañana en un buffet bastante variado y completo.
Aprovechando la inmejorable ubicación del hotel decidimos ir dando un paseo hasta la zona de la Piazza Navona. En nuestro recorrido pasamos por el Castillo y el Puente de Sant’Angelo —la foto está un poco oscura porque la tomamos al atardecer cuando íbamos de vuelta al hotel—.
Pero lo mejor del paseo comienza al cruzar el Tíber y sumergirse en el entramado de callejones empedrados. Las pequeñas tiendas de artesanías de todo tipo se van alternando con bares y restaurantes de aspecto pintoresco.
Conscientes de que los sitios para comer en los alrededores de la Piazza Navona son una trampa para turistas, pedimos consejo al Sr. Tripadvisor y fuimos a almorzar a un lugar llamado La Focaccia, un restaurante muy sencillo en el que por un precio razonable pudimos disfrutar de una pasta deliciosa justo enfrente de la iglesia de Santa Maria della Pace.
Después de reponer fuerzas continuamos con nuestro paseo hasta la Piazza Navona y, tras hacer un poco el guiri con las fotos de rigor, seguimos hasta otro de los rincones más curiosos que se pueden visitar en esa zona: Ecléctica.
Esta peculiar tienda de antigüedades y coleccionismo hace honor a su nombre, y en sus mostradores y vitrinas podemos encontrar todo tipo de objetos. Además, alberga en su interior una tienda de magia e ilusionismo, que es el motivo por el cual fuimos a visitarla nosotros, ya que la noche anterior habíamos conocido al mago que la regenta.
Por último, para reponernos un poco del calor antes de emprender el paseo de vuelta al hotel, paramos en un lugar llamado Gran Caffe la Caffettiera, una preciosa cafetería de aire retro en la que sirven unos pasteles deliciosos y unos zumos naturales espectaculares. El que yo me tomé era de manzana, pera y limón. Además tienen WiFi gratis para los clientes, algo muy de agradecer si te gusta subir fotos a Instagram durante tus viajes pero vas sin roaming por la vida, como me pasaba a mí.
En resumen, no puede decirse que hayan sido unas vacaciones en Roma, pero al menos pude disfrutar un poquito de esta ciudad que tanto me gusta y en la que no me importaría en absoluto vivir una temporadita.
Aprovecho también para dejaros algunas fotos de mi actuación, para los que aún no me conozcáis en mi faceta de maga. 😉
Qué fotos tan bonitas, la verdad es que no me importaría nada volver a Roma jajaja
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