Timehouse fue uno de los lugares que más me llamó la atención cuando empecé a curiosear por internet buscando cosas interesantes que ver en Devon. Así que este fin de semana aproveché que había venido la familia de visita para llevarlos a pasar un día en Totnes y conocer así este pueblecito tan pintoresco.
Llegar a Totnes es muy fácil, tanto en coche como en transporte público. Si vais en coche podéis dejarlo en alguno de los dos parkings (de pago, pero baratos) situados en pleno centro, ya que lo ideal es moverse a pie por el pueblo para disfrutar de sus pequeñas callejuelas y sus encantadoras casitas.
El edificio Timehouse está en la calle principal de Totnes y alberga una tienda llamada Narnia en la planta baja —de inspiración retro y en la que podemos encontrar desde camisetas, posavasos o auriculares, hasta discos de vinilo— desde la que se accede al Time Travellers Museum.
A pesar de lo que diga su nombre, el Time Travellers Museum no es un museo convencional sino una obra de arte en sí, firmada por JC Lafferty. Cada una de sus caóticas habitaciones atesora objetos recopilados a lo largo y ancho del mundo, que nos hacen sumergirnos en un momento determinado de la historia. No se me ocurre mejor forma de definir estas inefables instalaciones que el síndrome de Diógenes hecho arte.
El recorrido comienza en el sótano del edificio con una trinchera que nos traslada de forma instantánea al Londres de la Primera Guerra Mundial, para luego recorrer estancias tan dispares como el cuarto de los espías, una cocina ambientada en los años cincuenta, un salón de los setenta o una nube —sí, una nube— sobre la que sentarse a descansar un ratito.
Al tener un propósito meramente inmersivo y no informativo, no encontramos descripciones de los objetos, pero sí proyecciones, música ambiental o incluso aromas que nos sitúan en el contexto adecuado.
Es sin duda una visita imprescindible que no hay que perderse, aunque hay que informarse bien de los horarios de apertura, que en invierno se limita a los sábados y a algún que otro domingo.
Nosotros además tuvimos la suerte de que nos encontramos también con el mercado callejero de comida de Totnes, que se celebraba ese mismo día, así que aprovechamos la ocasión para comprar algunas delicias como brownies y caramelos artesanos.
Y nada como terminar la jornada de turismo disfrutando de un pastel calentito relleno de bacon, patatas y queso sentados en una de las placitas de Totnes.









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