Para quienes tenemos el pelo graso, el champú en seco es uno de esos descubrimientos que te cambian para bien la vida —al menos en lo referente a rutinas de belleza—. Yo era de las que organizaba sus compromisos de la semana un poco en función de los días en los que me tocaba lavarme el pelo, por ridículo que suene. Porque, antes de descubrir las bondades del champú en seco, los días entre lavados mi pelo era un total y absoluto desastre: raíces grasas y sin volumen, y sin más posibilidades que algún moño o coleta para disimular un poco.

Si llevara el pelo más cortito —o mejor dicho: cuando lleve el pelo más cortito, porque en cualquier momento me animo con un buen corte— probablemente me lo lavaría a diario. Pero con su longitud actual me lleva tanto tiempo lavar, desenredar y secar la melena que no quiero ni imaginarme lo que sería tener que hacerlo todos los días.

Así que de momento sigo echando mano de ese maravilloso invento que es el champú en seco, que me permite llevar el pelo libre de grasa incluso los días en que no me toca lavármelo. Mis favoritos son los de la marca Batiste, que podéis conseguir en Amazon o en las perfumerías Primor en caso de que estéis en España. Los tienen con diferentes aromas —¡el Rose Gold es el mejor!— e incluso con un toque de color para que no deje las raíces blanquecinas a las que tengáis el cabello moreno o castaño.

Y si sois recién iniciadas en el mundo del champú en seco no os podéis perder mi Cosmoclip de esta semana, en el que explico cuáles son los errores más frecuentes a la hora de aplicarlo para que no caigáis en ellos.

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