Cuando los rituales de belleza nos enmascaran (literalmente)

Maybelline Woman Rubber Mask

Esta divertida a la par que reveladora parodia en vídeo que hoy os traigo no es ninguna novedad, y de hecho es muy probable que algunos ya la hayáis visto. Es del año pasado aunque yo la he descubierto hace poco. Se trata de una creación firmada por la web The Onion en la que incluso hacen uso del nombre de una marca real, Maybelline, para recrear la presentación de un hipotético producto que promete revolucionar el mundo de la belleza.

Se trata ni más ni menos que de una máscara de látex -bastante espeluznante- que cubre toda la cabeza e incluye incluso peluca, y con la que nos prometen un rostro sin imperfecciones y de acuerdo a los estándares occidentales de belleza en menos de un minuto. Adiós ojeras, poros dilatados e incluso bad hair days en un solo gesto. Se acabaron las rutinas interminables que nos obligan a levantarnos una hora antes para estar perfectas antes de ir a trabajar.

Lo cierto es que esta divertida parodia da mucho en lo que pensar. Por un lado nos muestra de forma muy reveladora lo mucho que pueden llegar a pesar los rituales de belleza cuando se convierten en una obligación -aunque sea auto impuesta- y esas ganas tremendas que tenemos en el fondo todas las mujeres de encontrar productos mágicos que nos garanticen resultados perfectos con el mínimo esfuerzo posible.

Y por otro lado nos habla también de cómo muchas marcas de cosmética, lejos de ayudarnos a potenciar nuestra belleza individual, nos dictan de forma silenciosa ese canon tácito al que todas tenemos que acercarnos: piel de porcelana, pestañas espesas, labios carnosos, pómulos marcados. Menos mal que al menos la peluca que acompaña a la máscara no es rubia, porque entonces sí que hablaríamos de un estereotipo con todas sus letras.

Es inevitable que esta máscara por exagerada nos parezca grotesca, pero basta reflexionar un poco para ver que el apunte no anda tan desencaminado. Nacemos únicos pero morimos copias, o algo así decía una cita que leí en alguna parte. Y puede que parte de la culpa la tenga la industria de la belleza que nos dice a quién tenemos que parecernos para ser consideradas hermosas -como si ser hermosa o estar siempre perfecta fuese una obligación inherente a toda mujer-, o de la industria de la moda, en la que la originalidad se ensalza al mismo tiempo que se persigue para ser copiada hasta la saciedad.

Por eso creo que es importante no perder el norte, sentirnos en nuestro libre derecho de salir de casa con la cara lavada cuando nos lo pida el cuerpo y lo más importante, sin culpabilidad ninguna. No estamos aquí para cumplir las expectativas de nadie. Los rituales de belleza jamás deberían ser una carga impuesta por la presión social, sino una forma de conectar con nosotras mismas y de disfrutar cuidándonos, y no deberíamos tener reparos en abandonarlos en el momento en que se conviertan en una obligación.

El maquillaje debe servir para resaltar nuestros puntos fuertes y hacernos ganar confianza, no para crearnos dependencia y hacernos sentir inseguras en su ausencia.

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