Este fin de semana en Londres conocí a una chica con una moto retro muy chula en la que tenía pensado viajar desde Suiza hasta Barcelona este verano. Y en parte me puso los dientes largos. Aclaro lo de en parte porque, aunque de más jovencita fui una gran apasionada de las motos, supongo que la edad ha hecho mella y ya no sería capaz de soportar un viaje tan largo como el que pretendía hacer esta chica en su moto retro. Pero un poco sí que me ha picado el gusanillo hasta tal punto que me estoy empezando a plantear comprarme alguna moto pequeñita de segunda mano para moverme por Torquay cuando empiece el buen tiempo. 

Como casi no usábamos el coche preferimos llevarlo de vuelta a España. Las distancias aquí son bastante asequibles y es fácil moverse a pie. Pero hay muchos pueblecitos y cosas dignas de visitar en la zona, y el transporte público por aquí no es la opción más adecuada —para que os hagáis una idea os diré que para llegar en autobús al pueblo de al lado se tardan 45 minutos, cuando el trayecto en coche es de unos 10—. Y aunque al principio pensé en comprar una bici, la idea cayó por su propio peso al descubrir el calibre de las cuestas de esta zona.

Así que cada vez me parece menos locura buscar alguna moto de segunda mano, o al menos alquilar alguna para hacer pequeñas excursiones por aquí —cualquiera de las dos opciones me sirve también de excusa para empezar a mirar chaquetas de moto de mujer, que ya se sabe que una buena biker es un comodín de fondo de armario que nunca pasa de moda—. Y como mucho me temo que el verano aquí no va a apretar lo suficiente como para sacar partido a mis sandalias, puede que también aproveche la coyuntura para renovar mis botas, ya que aunque aunque las que tengo son de estilo motero en realidad no tienen ningún tipo de protección y yo me he vuelto un poco miedosa precavida con la edad. De momento no he encontrado ninguna tienda especializada que me pille cerca de casa, pero afortunadamente el abanico de botas de moto para mujer que se puede encontrar online es casi infinito y hay mucho donde elegir.

Mi otro plan para cuando empiece el buen tiempo es iniciarme en eso de los picnics. Estoy casi segura de que, por mucho que apriete el calor, la temperatura del mar que baña Torquay va a estar bastante lejos de la que yo considero ideal para darme un buen chapuzón. Así que he decidido aprovechar la playa como hacen los lugareños, que es llevándose una mantita, un buen libro y unos sándwiches a una explanada enorme de césped que hay justo delante del paseo marítimo. No se me ocurre mejor manera de conseguir una buena dosis de vitamina D. Además, se ve que aquí son muy pros en la materia y hay muchas tiendas que venden mantitas que se pliegan hasta convertirse en bolsas, con su asa y todo para llevarlas de forma cómoda, y llenas de bolsillos para poder guardar todo lo necesario para disfrutar de un día al aire libre.

De hecho, esta forma tan particular de ir a la playa me parece mucho más elegante y glamourosa que la convencional. Y sin tener que sufrir la incomodidad de encontrarte después arena por todos los rincones de la ropa, del bolso y del cuerpo. Que igual es que me estoy volviendo yo muy exquisita con los años, pero es que he descubierto que lo que me encanta del mar es olerlo y verlo ahí, cerquita, pero desde la prudente distancia de la terraza más cercana, y a ser posible mientras disfruto de algún cóctel o alguna muestra de la gastronomía local.

Ya me estoy imaginando allí tumbada en el césped, con el mar de fondo, y la imagen me parece tan digna de Pinterest que lo mismo me planteo mudar allí mi oficina de nómada digital durante todo el verano.

¿Qué planes tenéis vosotros para cuando empiece el buen tiempo? 🙂