Fast fashion: contaminante para el medio ambiente y tóxica para tu piel

Moda sostenible

Es muy difícil decir no a la fast fashion, del mismo modo que es difícil resistirse a devorar de vez en cuando un Big Mac o similar con sus consiguientes patatas fritas. Sabes que es malo para tu salud y para tu dieta, pero la justificación de que es barato y la facilidad con que lo podemos conseguir disipan todo rastro de culpabilidad incluso antes de que nos dé tiempo de sentarnos a la mesa.

En lo referente a la ropa hay incluso más factores que nos empujan a olvidarnos de las consecuencias de comprar demasiado barato. Por un lado el ritmo incesante y exigente al que cambian las tendencias. Hemos pasado de tener cuatro temporadas al año a tener cadenas que sacan nuevas colecciones prácticamente cada mes, o incluso a veces cada semana, a una velocidad que es también difícil de seguir tanto para quienes disfrutan de ir siempre a la última como para marcas más pequeñas, que no dan abasto para producir a la misma velocidad que las grandes.

Por otro lado tenemos la precariedad imperante en lo que a sueldos se refiere que nos ha tocado vivir a nuestra generación. Hay que hacer muchos malabares para estirar una nómina mileurista lo suficiente como para que dé para pagar la comida, la hipoteca o el alquiler y que encima nos quede algo para gastar en moda y otros caprichos.

Pero la fast fashion solo es barata para mentalidades cortoplacistas, ya que no tiene en cuenta el alto precio que se le hace pagar por ella al medio ambiente, o incluso a nuestra propia salud.

Poncho rojo de Irema en The Circular Project - ropa sostenible Madrid

Ya era consciente desde hace tiempo de lo contaminante que podía resultar el hecho de producir toda esa moda asequible que tan gustosamente consumimos —son necesarios 4 kg de sustancias químicas para producir 1 kg de camisetas—. Pero además el año pasado durante una visita al Museo del Diseño de Londres descubrí en una exposición que hablaba sobre este tema que muchas fibras sintéticas siguen contaminando durante toda su vida útil, a través del agua que sale desde nuestras lavadoras para terminar en ríos y mares.

Y para aquellos a los que el medio ambiente no les preocupe lo más mínimo, o simplemente piensen que eso les pilla muy de lejos, jugaré la carta de la salud: cada vez aparecen más estudios que confirman lo dañinas que son para nuestro organismo estas sustancias tóxicas presentes en la ropa barata que entran en contacto con nuestra piel de forma continuada.

Cuando la ropa llega a nuestras manos, nos encontramos con sustancias tóxicas en las prendas que son muy dañinas para la salud de las personas. Se van sumando a las telas a lo largo de todo el proceso: desde los pesticidas en los cultivos, hasta las sustancias para blanquear, evitar hongos o realizar estampados. Y si hablamos de tratamientos para que la ropa se arrugue menos, que sea más suave o que repela el agua, por ejemplo, seguimos añadiendo tóxicos. Hay que tener en cuenta que, además, en los materiales sintéticos se incluyen derivados del petróleo.

(María Domínguez, The Circular Project)

Va siendo hora de que empecemos a cambiar nuestros hábitos de consumo. Puede que suene incongruente que esto lo diga precisamente una blogger de moda, ya que muchas marcas esperan de mí y de mis compañeros de profesión que incitemos al consumo continuo, y que creemos en nuestros seguidores la necesidad artificial de tener esa nueva prenda estrella o ese accesorio imprescindible para ir a la última. Pero creo que precisamente quienes tenemos algo de visibilidad tenemos también la obligación de promover un consumo responsable.

Chaqueta Bichobichejo The Circular Project - ropa sostenible Madrid

Reconozco que en mi caso este minimalismo que ahora intento predicar con el ejemplo, fue al principio algo totalmente involuntario y resultado inevitable de mis circunstancias: al mudarme a Inglaterra me vine con la porción exacta de mi armario necesaria para sobrevivir. Solo traje conmigo lo que pude meter en dos maletas, pensando en comprar aquí más cosas a medida que las fuese necesitando o irme trayendo poco a poco lo que había dejado en España.

Pero el piso en el que vivo es pequeñito y tengo un armario diminuto, así que no me quedó más remedio que limitar las nuevas adquisiciones hasta el punto de que, para comprar alguna prenda nueva, tengo que reciclar o donar una de las que ya tengo para hacerle sitio. Entre eso y que cada vez uso menos tacones va a llegar el momento en que me van a prohibir usar el término blogger de moda en mi perfil de LinkedIn. ¡O lo mismo me obligan a cambiarle el nombre al blog!

Respecto a todas las cosas que había dejado en mi piso en España, cuando volví allí casi un año después para vaciarlo, me di cuenta de que realmente no necesitaba el 90% de lo que allí tenía. Al fin y al cabo había sido capaz de estar todo ese tiempo sin todo aquello. Así que dejé los sentimentalismos de lado y lo doné prácticamente todo.

En unos meses me mudo a un piso un poco más grande, pero he decidido mantener mi actitud minimalista. Sigo disfrutando de la moda y las tendencias, pero a otro ritmo. Limitar al mínimo el número de prendas y complementos que puedo comprar cada temporada me hace ser mucho más selectiva y reflexionar sobre si realmente voy a usar la prenda en cuestión, o si se trata más bien de un capricho o compra impulsiva. También procuro invertir en artículos de la máxima calidad que puedo permitirme, para asegurarme de que me van a durar el máximo tiempo posible en buenas condiciones.

Sudadera de Locupe en The Circular Project - ropa sostenible Madrid

Creo que es importante que todos cambiemos nuestra actitud en lo referente a este tema, porque aunque tengamos la sensación de que son solo pequeños gestos a nivel individual, sumados sí que pueden marcar la diferencia.

********

Las prendas de las fotografías que aparecen en el post son de la tienda online de The Circular Project, en la que podéis encontrar muchas más opciones de moda sostenible.

GuardarGuardar

GuardarGuardar

15 respuestas a “Fast fashion: contaminante para el medio ambiente y tóxica para tu piel”

  1. Nosotros «cambiamos el chip» cuando nacieron los niños. Antes de ellos yo era de las que pasaba por Zara, Berhska y demás casi cada semana, pero al tener a los niños nos hicimos más selectivos. para empezar, nos hemos pasado casi por completo al «algodón orgánico» y aunque de vez en cuando nos damos un capricho y «caemos en alguna tentación», procuramos comprar en marcas responsables. No sólo por el medio ambiente, sino por nuestra salud sobre todo.

    Me gusta

¿Charlamos sobre esto?

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.