La actual situación económica tiene a los diseñadores de nuestro país en un brete al que cada cual se enfrenta a su manera. La tónica general apuesta por mantener el equilibrio cual funambulista entre la fidelidad a la esencia de la marca y un estilo lo suficientemente comercial como para ganarse la aceptación de unos compradores de los que depende la permanencia en el mercado de la moda.
Desafortunadamente en muchos casos esta balanza se inclina de forma inevitable al lado opuesto al de la innovación y la originalidad, aunque hoy de lo que voy a hablaros es de una de esas honrosas excepciones que brillan con luz propia.
Asistir a un desfile de Agatha Ruiz de la Prada siempre es sinónimo de diversión, ya que independientemente de la temporada de la que se trate sus diseños siempre rebosan ese optimismo chispeante que caracteriza a todas sus creaciones. Pero de alguna manera en sus dos colecciones anteriores yo había empezado a notar esa lucha por mantener el equilibrio entre lo creativo y lo vendible que se respiraba entre la mayoría de diseñadores.
Por eso mi sorpresa fue grata y mayúscula a medida que sus Chicas Corazón nos fueron mostrando los 31 looks de los que se componía la colección Agatha vs Agatha, con los que la diseñadora quiso celebrar por todo lo alto su trigésimo primer aniversario subida a la pasarela revisitando una acertada selección de sus grandes éxitos.
Propuestas imposibles que no dejaron indiferente a nadie, totalmente alejadas de lo comercial, y que arrancaron en varias ocasiones carcajadas seguidas de aplausos entre el público.
Y una colección que yo disfruté particularmente por la correspondencia que vi entre muchos de los looks y la obra de dos de mis ilustradores favoritos: Rafal Olbinski y Nicoletta Ceccoli.
También vimos algún diseño que nos hizo pensar en la Catarsis de Davidelfín y a sus prendas confeccionadas con las muestras de los pantones.
Para terminar, Agatha nos hizo disfrutar con su lado más bucólico con este vestido de novia plagado de margaritas.
Una original revisión a su carrera que reivindica todos esos sellos que la hacen inconfundible de forma divertida y memorable.
















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