No es fácil reconocer que estás enganchado a la oximetazolina. Muchos no sabréis ni de lo que hablo, pero los que no podéis conciliar el sueño sin un bote de Utabon, Respir, Respibien, etc., en la mesita de noche sabéis perfectamente a lo que me refiero. El maravilloso y apasionante mundillo de los descongestionantes nasales.
Cada uno empieza con el vicio de una manera diferente, bien por culpa de un catarro persistente o por una alergia más intensa de lo habitual. En mi caso fue por una rinitis crónica vasomotora, que es la que aparece como una reacción a la exposición continuada al humo de tabaco. Mis padres fumaban como carreteros y pasé muchos años de mi infancia y adolescencia con la nariz congestionada, achacándolo a mil alergias imaginarias. Y fue precisamente en mi adolescencia cuando me hice amiga íntima de mis botes de Utabon.
Digo botes, y el que haya sufrido esta adicción lo entenderá, porque cuando descubres un medicamento que al fin te permite respirar bien después de años de sufrimiento no te conformas con un solo bote. Yo guardaba uno en cada uno de mis bolsos, otro en la mochila para ir a clase, otro en el cajón de los medicamentos y cómo no, uno más en mi mesita de noche. Si los planetas se alineaban para que se me acabaran todos los botes en mitad de la noche entraba en estado de ansiedad y no podía dormir hasta que me las apañaba para encontrar una farmacia de guardia y hacerme con provisiones.
Cuando me marché de casa de mis padres, al dejar de estar en contacto con humo de tabaco, mi rinitis mejoró de forma milagrosa, y de forma natural y sin darme cuenta fui dejando de usar descongestionantes nasales.
Aún no alcanzaba a relacionar causa y efecto, y no tenía ni idea de que mi rinitis fuera por culpa de la adicción al tabaco de otros, pero cada vez que salía con mis amigos a tomar algo a algún bar o discoteca donde hubiera gente fumando volvía a casa asfixiándome con la nariz congestionadísima, y volvía a caer durante una temporada en las garras del Utabon.
No fue hasta que compartí piso con compañeras que fumaban y volví a empeorar hasta niveles similares a los de mi adolescencia que até cabos y se lo comenté a mi otorrino, que confirmó mis sospechas: el humo de tabaco era el culpable de mi inicial rinitis vasomotora, que yo agravaba paulatinamente hasta derivar en rinitis medicamentosa causada como efecto rebote por culpa de la oximetazolina. Un círculo vicioso del que parecía difícil salir.
Para los profanos en el tema os resumiré algunos de los efectos secundarios de la oximetazolina: acaba resecando y destruyendo toda la mucosa nasal, con riesgo incluso de perder el olfato o de sufrir derrames por culpa de su efecto vasoconstrictor. Suena mal, ¿verdad? Pero a un enganchado al Utabon eso no le importa. Lo que más miedo le da es el efecto rebote: pasa de echárselo dos veces al día, a echárselo cuatro veces, ocho o incluso cada dos horas, y va notando que cada vez le hace menos efecto, que la nariz se vuelve a congestionar mucho antes. Cada vez necesita más dosis de forma más frecuente.
Yo toqué fondo hace algo más de un año, cuando tuve que pasar un par de días en la UCI después de una intervención quirúrgica y lo único que me preocupaba era que las enfermeras no me dejaban usar allí el Utabon. Incluso hice que mi familia me pasara a escondidas un bote y dormía empuñándolo como si se me fuera la vida en ello, no me lo fueran a quitar las enfermeras por la noche.
Cuando salí del hospital decidí hacer lo posible para superar la dependencia, y hoy he querido compartir con vosotros algunos consejos útiles por si estáis en la misma situación.
El médico no me ofreció muchas alternativas, solo que lo dejara de forma gradual y que hiciera limpiezas de las fosas nasales con suero fisiológico o agua de mar. Pero buscando por la red me encontré con este blog en el que otras personas contaban cómo habían logrado desengancharse, y me decidí a probar el método que parecía tener mejores resultados.
La oximetazolina no puede dejarse de golpe, así que empecé por reducir las aplicaciones a tres al día. Después, durante dos semanas, combiné dos aplicaciones de Nasonex (un corticoide nasal) al día, una por la mañana y otra por la noche, junto con cetirizina (un antihistamínico) una hora antes de ir a dormir. La primera semana fue infernal, sobre todo a la hora de dormir. En cuanto me tumbaba se me congestionaba la nariz, y muchas veces me despertaba de repente porque soñaba que me estaba ahogando.
Durante el día la cosa era más o menos llevadera, pero como las noches no mejoraban tiré de otro de los remedios de urgencia que proponían las personas que habían conseguido dejarlo, que era la de usar una dosis reducida del descongestionante. Empecé con una parte de Utabon y tres partes de suero fisiológico mezcladas en uno de los sprays nasales que me quedaban, después bajé a una quinta parte de Utabon, y a día de hoy aún tengo un spray con una sexta parte de oximetazolina en la mesita de noche.
La bendita ley antitabaco me permitió rehacer un poco mi vida social (dejé de ir a bares, discotecas y restaurantes durante años, desde que descubrí que el humo era el culpable de muchos de mis males). Al fin podía salir a cenar y a tomar una copa sin volver a casa asfixiándome y lanzándome de cabeza al cajón de la mesita de noche en busca del Utabon.
El bote que sigo teniendo a día de hoy con una sexta parte de Utabon es más por la dependencia psicológica que otra cosa. Solo me lo permito cuando tengo un catarro más fuerte de lo normal que no me deja dormir, y en ese caso extremo solo me permito una aplicación de esta dosis diluida antes de acostarme. Pero como os digo, el factor psicológico es el más difícil de superar, y a mí me tranquiliza el hecho de saber que tengo el bote ahí y que podría utilizarlo si realmente lo necesitara.
Como os comentaba antes, por culpa de la oximetazolina la mucosa nasal acaba completamente reseca y destrozada, así que es importante volver a hidratarla para que se vaya recuperando. Yo me ayudo de Rhinomer, y además tengo un spray de los de Utabon lleno únicamente de suero fisiológico (de este modo mato dos pájaros de un tiro, porque limpio e hidrato las fosas nasales y sobrellevo mejor la dependencia psicológica de necesitar uno de los dichosos botes siempre cerca). Otra opción es usar algún gel específico para paliar la nariz seca.
Con el tiempo espero ser capaz de olvidarme por completo hasta del spray de suero fisiológico, aunque espero que al menos ahora mis amigos que me leen dejen de llamarme cortarrollos cada vez que les pido que no fumen cuando están conmigo.
¿Tú también has sufrido alguna vez adicción a los descongestionantes nasales? ¿Conoces a alguien que la padezca? Si es así, recomiéndale este post y ayúdale a superarla. 😉





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