Sé que no es lo ideal, pero yo el paso del tónico suelo saltármelo muy a menudo. La excepción suele ser cuando quiero preparar la piel en profundidad para hacerme por ejemplo un maquillaje especial, para alguna fiesta o evento, que quiero que me dure muchas horas. Por culpa de esta dejadez, sumada a mi impulsividad a la hora de hacer ciertas compras —los 3×2 de Superdrug son mi perdición—, en más de una ocasión me he encontrado con algún bote olvidado de tónico abierto a punto de caducar.
Como no me gusta tirar nada, si me veo en esa situación, me pongo como loca a investigar e inventar formas alternativas de aprovechar hasta la última gota del producto en cuestión. Así que de eso precisamente va mi último Cosmoclip, de dos maneras diferentes de utilizar tu tónico facial que probablemente no conocías.