Parecía que entre mi Hypnotic Poison y mi colección de perfumes de Givenchy (cuya más reciente incorporación ha sido Eaudemoiselle, convirtiéndose prácticamente en la única infidelidad que me permito con respecto a mi amado perfume de Dior), ya no había sitio para una nueva fragancia, y menos aún para una de Guerlain.
Porque aunque nunca he podido resistirme a los tratamientos y maquillajes de Guerlain (¡me he vuelto adicta a la gama de Abeille Royal!), por algún motivo u otro siempre me ha costado conectar con sus perfumes. Era ponérmelos y sentirme como una niña de cinco años que se prueba a escondidas los tacones de su madre.
Pero al fin ha llegado a mis manos el frasco que me ha hecho cambiar de opinión: Shalimar Parfum Initial, mi primer Shalimar, y también mi primer Guerlain. Se trata de una nueva interpretación de la fragancia inicial, creada en 1920, que Thierry Wasser compuso a petición de su sobrina, fascinada por la obra maestra histórica, pero intimidada al mismo tiempo. La joven pidió al perfumista que creara un Shalimar solo para ella, y Wasser así lo hizo:
«Era un auténtico reto, hacer evolucionar el perfume en el tiempo, sin desnaturalizarlo, 85 años después de su creación, y conservar esa alquimia que lo hace tan deseable… Era preciso aclarar sin renegar, transponer sin traicionar. Imaginar el futuro honrando el pasado.«
Un perfume tan arrebatador como la propia historia que rodeó a su lanzamiento en 1925: Antes de su presentación oficial, se lanzó en Estados Unidos en un exclusivo pre-estreno, causado por su éxito inesperado a bordo del trasatlántico Normandie, durante una travesía en la que la bellísima esposa de Raymond Guerlain estaba probando la fragancia.
Todas las miradas masculinas se volvían a su paso, y la propia orquesta del buque contribuyó a acrecentar su fama componiendo una canción que llevaba como título el nombre del perfume.
Siguiendo la estela fascinante y seductora del original, llega hoy a mis manos esta nueva reinterpretación, más joven, más suave. La bergamota y la naranja de las notas de cabeza le proporcionan una salida luminosa y fresca, que deja paso a un corazón floral de rosas, jazmines y lirios, mientras que la vainilla suave, casi carnal, y el haba tonka indispensable de la Guerlinade, convierten a Shalimar en el equivalente de un vestido insolentemente escotado.
Tienes mucha razón. el aroma es delicadamente exquisito y como dice Thierry Wasser »un perfume es como una tarjeta invisible de presentación a los demás» 🙂
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