Cuando se pusieron de moda esos aplicadores de silicona transparente que prometían ser el no va más a la hora de aplicar el maquillaje —y que se parecían sospechosamente a las plantillas para que los pies no duelan al llevar tacones—, les di la oportunidad que se merecían. Con todo el revuelo que se formó en su momento en el mundillo blogueril de la belleza no era cuestión de ignorarlos sin más.
Pero la novedad apena me duró unos días, tal y como os contaba en esta publicación de Instagram. Hay que reconocerle a la silicona el mérito de no absorber, y por tanto no desperdiciar, ni una sola gota de producto. Pero el precio a pagar no merecía la pena: imposible trabajar con precisión en zonas complicadas como las ojeras, y un acabado que dista mucho de ser natural.
Así que volví a mis Beauty Blenders de toda la vida y creo que, teniendo en cuenta mi rutina de maquillaje y las necesidades de mi piel, fue la decisión correcta. Y como sé qué raro es el neceser que no atesora al menos una de estas pequeñas esponjitas, he querido hacer un Cosmoclip especial sobre ellas donde os cuento algunos usos alternativos que se les pueden dar al margen del de aplicar el maquillaje, o mis trucos para lavarlas y secarlas para que se mantengan impecables el mayor tiempo posible. ¡Espero que os guste!
oye pues tendre q caer con ello
Feliz semana
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