(AVISO: Este post es MUY LARGO. Si no te interesa para nada el tema de la dermatitis alérgica ni las posibles desventuras de una española con la seguridad social inglesa, no te lo leas. Si conoces a alguien a quien le haya tocado sufrir la dermatitis de primera mano, pásale el enlace y quizá le sea de ayuda.)
A principios de diciembre empecé a notar mis párpados especialmente secos e irritables. Como justo las molestias coincidieron con una caída acusada y repentina de las temperaturas, le eché la culpa al frío y no le di más importancia al asunto. Empecé a aplicar aceite de coco en el contorno de ojos por las noches antes de acostarme, y listo.
El aceite de coco me calmaba en el momento de aplicarlo, pero durante el resto del día la piel de los párpados seguía ligeramente irritada y reseca, aunque nada que un poco de maquillaje no pudiera disimular. Empecé a pensar que igual me estaba dando alergia alguno de mis productos, pero tras un repaso me di cuenta de que no estaba usando ningún producto nuevo. Solo mis cosméticos de siempre y en envases que ya llevaban semanas o meses abiertos, por lo que no tenía mucho sentido que me dieran alergia de repente.
Aproveché las vacaciones de Navidad en España para comprar en una farmacia una crema que me recomendó mi amiga Azu: Parpadual, con ectoína y ácido hialurónico. Esta crema no es un medicamento, y al no ser tan grasa como el aceite de coco podía ponérmela por las mañanas y luego aplicar un poco de corrector de ojeras sin problemas —durante esas semanas preferí reducir mi rutina de maquillaje al mínimo indispensable—.
Mis párpados mejoraron notablemente, pero nada más volver a Inglaterra en enero volvieron a empeorar y muchísimo.

El día que amanecí de la guisa que podéis ver en la foto ya me asusté de verdad y llamé para pedir cita a mi médica de cabecera. Y me asusté aún más cuando me dijeron que tenía que esperar más de un mes para que me viera (así funciona la maravillosa NHS, la seguridad social inglesa, por si alguna vez os da por quejaros más de la cuenta de la sanidad española).
Me planté en la farmacia esperanzada en que pudieran darme algo para ayudarme con los picores, que eran cada vez más insoportables, mientras hacía tiempo para que pasara el mes y pico hasta mi cita con mi médica. La farmacéutica le echó un ojo a mis ojos, valga la redundancia, y me dijo que efectivamente era una dermatitis, y que mejoraría con antihistamínicos y con una crema de hidrocortisona.
Me entraron ganas de besarla y abrazarla en señal de agradecimiento, pero se me pasaron en cuanto me dijo que no podía venderme la hidrocortisona sin receta médica. Ya os imaginaréis lo desencajada que se me quedó la mandíbula del asombro, teniendo en cuenta que este tipo de corticoides suaves se consiguen de forma sencilla —y sin receta— en cualquier farmacia española.
Pensé en pedir a alguien que me la mandara desde España por correo, pero aun así tardaría unos días en llegar y yo ya estaba desesperada de tantos picores y de ir por la vida con la cara hinchada como si hubiera pasado la noche llorando a moco tendido después de ver en bucle varias veces Titanic y El diario de Noa.
Le supliqué a la farmacéutica que me planteara una alternativa que no fuera esperar más de un mes para que mi médica me diera la dichosa receta, y se ofreció a hacerme un pequeño informe diciendo que necesitaba ese medicamento y que si por favor podían recetármelo sin tener que esperar a mi cita.
Me planté en el ambulatorio y le lloriqueé un poco a la señora de recepción, que fue absolutamente comprensiva y encantadora conmigo —eso hay que reconocérselo a los ingleses— y me dijo que iba a hacer todo lo posible para que alguno de los médicos firmara la receta. Dijo también que iba a intentar pasar la petición con carácter urgente, pero que la receta podía tardar hasta tres días laborables en estar disponible en la farmacia (porque aquí las recetas no te las dan en persona, sino que las mandan a tu farmacia asignada para que pases por allí a recoger los medicamentos).
Esa noche tomé antihistamínicos, que no hicieron gran cosa a decir verdad, y al día siguiente recibí una llamada de la farmacia diciendo que la receta había llegado y que mi hidrocortisona estaba allí esperándome. Me faltó solo bailar de alegría por la calle mientras iba de camino a recogerla. El médico que había firmado la receta a ciegas basándose en el diagnóstico de la farmacéutica dejaba muy claro en las indicaciones que no debía usarla durante más de una semana.
La hidrocortisona funcionó de maravilla, y para cuando se iba a cumplir la semana desde que había empezado a usarla, la dermatitis había desaparecido casi por completo. De todos modos preferí no cancelar la cita con mi médica de cabecera por si acaso, e hice bien porque no habían pasado ni tres días desde que dejé de usar la hidrocortisona cuando la dermatitis volvió a hacer acto de presencia.
Volví a aplicarla otra vez, en esta ocasión solo por las noches durante una semana más, y volví a repetir el mismo ciclo en bucle: mejoraba, la dermatitis prácticamente desaparecía, pero en cuanto paraba con los corticoides volvía otra vez. Como buena hipocondríaca me dio por mirar en Google los efectos secundarios del uso continuado de hidrocortisona, y no me hizo ninguna gracia enterarme de que existía el riesgo de desarrollar rosácea o incluso atrofia y adelgazamiento de la piel. La dermatitis ya me había dejado el contorno de ojos como si fuera el de una persona veinte años mayor que yo, pero el remedio para combatirla amenazaba con peores consecuencias a largo plazo.
Llegó el momento de mi cita con mi médica, a la que acudí totalmente esperanzada de encontrar alguna solución más eficaz y definitiva que me permitiera librarme de la dichosa hidrocortisona. Pero en la NHS están muy saturados y, al fin y al cabo, mi caso no era de vida o muerte porque de momento no se me habían caído los ojos de la cara. Mi doctora se limitó a enseñarme fotos de párpados con dermatitis en Google (lo juro) y a decirme que no se podía hacer más. Que siguiera con la hidrocortisona otra semana más, y luego a la semana siguiente la usara en días alternos, y la fuese dejando poco a poco. Que era verdad lo del riesgo de los efectos secundarios, pero que no había otra. Y que si pasado ese tiempo seguía igual, que pidiera otra cita para que me volviera a ver.

Nada más llegar a casa me puse a investigar para ver qué otros remedios naturales podía usar en combinación con la hidrocortisona —debo añadir que por entonces, por miedo a no saber qué producto era el que podía estar causándome la dermatitis, no usaba absolutamente nada más que protector solar—.
En YouTube encontré un par de vídeos de hace algunos años en los que unas videoblogueras contaban su experiencia al respecto, que coincidía de forma milimétrica con la mía. Las dos recomendaban una crema de una marca de la que no había oído hablar antes y que vendían en Boots, así que me apunté el nombre y me fui al centro a comprarla.
La marca era Elave, y la crema era la Sensitive Intensive Cream, un producto específico para piel con eczemas y dermatitis, pero de la que desafortunadamente no habían ni oído hablar las dependientas de Boots. Los vídeos eran de 2015 y al parecer en algún momento desde entonces Boots había dejado de distribuir esa marca. Menos mal que existe Amazon.

En cuanto hice una búsqueda rápida localicé la crema y la compré para que me la llevaran al día siguiente a casa. Mi idea inicial era irla combinando con la hidrocortisona, pero mi piel mejoró tantísimo desde las primeras aplicaciones que pude prescindir de la hidrocortisona en tan solo unos días.
No pretendo engañar a nadie: no es que la dermatitis desapareciera de forma milagrosa de un día para otro, pero desde el primer momento la piel de los párpados dejó de picarme y poco a poco fue volviendo a la normalidad, hasta que en unas dos semanas casi no quedaba rastro de los eczemas. Podría haber dejado de usarla hace tiempo, pero por si acaso la dermatitis hace amago de volver he convertido esta crema de Elave en mi contorno de ojos nocturno por defecto, porque al no ser un medicamento puede usarse sin problemas de forma continuada.
Sus ingredientes principales son básicamente vaselina y aceite fraccionado de coco —fraccionado para evitar que se solidifique a temperatura ambiente, que es el inconveniente del aceite de este tipo en formato convencional—, pero también lleva ácido palmítico, ácido esteárico y ácido cítrico, que combinados ayudan a equilibrar el PH de la piel y a regular y mantener los niveles de hidratación y la elasticidad.

Y no solo ha sido un producto eficaz hasta el punto de permitirme prescindir de la hidrocortisona, sino que además es de lo más accesible, con un precio que ronda los 10€ en Amazon. No tiene ningún tipo de sulfatos, perfumes, parabenos o colorantes, por lo que es más que apto para usar en zonas delicadas e incluso sobre la piel de los más pequeños.
Después de descartar que fueran mis cosméticos habituales los que estaban causando la reacción alérgica, descubrí que la culpable de todo fue la manicura semipermanente. Hasta ahora solo había recurrido a ella para ocasiones puntuales, pero desde finales de noviembre y hasta después de que me diera el segundo brote en enero sí que he estado haciéndomela sin descanso para no tener que andar preocupándome por las uñas durante los viajes de esos meses. Así que, aunque puede que en un principio la dermatitis apareciera por el cambio brusco de temperaturas sumado a un poco más de estrés de lo habitual, lo cierto es que probablemente me la estaba empeorando yo misma al tocarme los ojos o al rascarme mientras dormía.
Por eso, a pesar de que estaba un poco enganchada a este tipo de manicura tan resistente y duradera, decidí dejar de hacérmela y llevar las uñas al natural. Aunque ya os imaginaréis el estado tan lamentable en que estaban las pobres después de tantas manicuras semipermanentes seguidas. Pero de cómo conseguí repararlas y fortalecerlas de nuevo ya os hablaré en otro post otro día.
menuda lucha para que te hagan caso!, pobre!. Tenía otro concepto de la NHS!
La verdad, me apunto este producto por si acaso.
Besos y cuídate!
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Ni te lo imaginas… La Seguridad Social española le da mil vueltas, y mira que también tiene sus carencias, pero nada que ver.
¡Un beso para ti también!
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ya no venden esta crema y yo estoy igual o peor que tu y no hay manera de encontrar solucion, alguien que me ayude porfabor
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¡Hola de nuevo, Anna! Perdona que no había visto este comentario antes.
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