Tengo un problema importante con las gafas de sol: la gran mayoría me dan dolor de cabeza a los pocos minutos de llevarlas puestas, no importa lo caras o buenas que supuestamente sean. Tan solo hay tres marcas de todas las que he probado hasta ahora —que han sido muchas— con las que no me ocurre eso. Ni con la ayuda de todos los dependientes de ópticas con los que me he cruzado he sido por el momento capaz de averiguar el motivo.
Como mis opciones a la hora de encontrar gafas que pueda usar son limitadas, también me cuesta más encontrar modelos que me gusten. Así que, cuando por fin lo hago, intento cuidarlas todo lo que puedo para que me duren lo máximo posible en perfectas condiciones. Lo que sea con tal de retrasar cuanto esté en mi mano lo de ponerme a buscar gafas de sol nuevas.
La buena noticia es que, con cuidado y con un mantenimiento mínimo, nuestras gafas de sol pueden conservarse durante muchísimo tiempo como el primer día. Y precisamente de esos cuidados es de lo que os hablo en mi último Cosmoclip.