Torquay está lleno de rincones increíbles que se transforman con la llegada de la primavera, y Cockington es uno de ellos. Este lugar de tejados pintorescos está a menos de diez minutos en coche desde el puerto, y no hay mejor plan para un domingo por la mañana que desayunar un cream tea en alguno de sus salones de té, justo antes de dar un paseo para disfrutar de sus preciosos parajes.

El cream tea es un té con scones, que se sirven con una especie de mantequilla cremosa (algo a medio camino entre la nata y la mantequilla, para ser exactos) y mermelada de fresa. El cómo comer estos scones es uno de esos asuntos culinarios que tiene a la opinión británica dividida, del mismo modo que ocurre en España con lo de la tortilla con o sin cebolla.
Aquí en Devon primero se le unta la mantequilla al scone y después la mermelada, pero la gente de Cornwall dice que es al revés, primero la mermelada y después la mantequilla.
A mí el sentido común me dice que la forma más práctica de hacerlo es la de Devon, por aquello de que la mantequilla es mucho más densa y por lo tanto mucho más difícil de extender sobre la mermelada, que la hace resbalar demasiado. El problema es que Su Majestad la Reina de Inglaterra, cuando monta merendolas en Buckingham Palace, pide que los scones sean servidos al estilo de Cornualles, lo que hace que los partidarios de esta modalidad se envalentonen con su elección y la proclamen como vencedora, a pesar de que desafía toda lógica.
¿Y vosotros? ¿La tortilla con o sin cebolla?










Siempre hay muchas cosas interesantes que hacer en Cockington, como ver trabajar a los distintos tipos de artesanos que tienen allí sus talleres, o participar en alguna de las actividades de carácter familiar que se organizan a lo largo del año.
Ahora en primavera acaba de arrancar el Cockington Letterboxing Trail, que consiste en una especie de búsqueda del tesoro en la que hay que localizar los doce buzones de madera escondidos por todo el lugar e ir marcando el mapa con pistas que te dan en la entrada con los sellos que hay en cada uno de ellos. No se gana ningún premio por hacerlo más allá de la satisfacción personal de haber sido capaz de descifrar los doce acertijos que dan la clave para la localización de los buzones. Pero cualquier excusa para caminar y disfrutar del buen tiempo primaveral es buena.

