Lo que más me gustaba de mi balayage era lo poco exigente que era en cuestión de mantenimiento: podía pasarme tranquilamente tres o cuatro meses sin poner el pie en la peluquería. El degradado estaba tan bien hecho que el crecimiento de mis raíces se integraba de maravilla con el resto del color.
Pero la estilista que me hacía el balayage dejó de trabajar en la peluquería a la que voy, y la que me atiende ahora es más de las de mechas normales de toda la vida. Así que, a raíz de que en un momento dado yo le pedí un poco más de luz alrededor de la cara, no sé cómo, cuándo ni por qué, he terminado por perder del todo el degradado que tenía desde mi rubio natural para acabar adoptando un rubio casi nórdico en toda la melena.
Que me gusta, no me malinterpretéis, pero es que a la velocidad a la que me crece a mí el pelo normalmente me tocaría pasar por la peluquería todos los meses si me pusiera demasiado exigente con el tema de las raíces —no quiero ni imaginarme lo engorroso que va a ser todo esto cuando empiecen a salirme canas—.
Como de momento me da mucha pereza lo de tener que ir a retocar las raíces tan a menudo, intento aguantar al menos dos meses, o incluso algo más si puedo, y entre visita y visita tiro de algunos trucos con los que disimular un poco el corte a medida que va creciendo el cabello. ¡Espero que os resulten útiles!