No deja de resultarme curioso que algo tan básico e imprescindible para la supervivencia del ser humano como es beber suficiente agua, nos cueste tantísimo a la gran mayoría. Conozco a mucha gente que no llega ni de lejos a los consabidos dos litros diarios que los responsables de la salud tanto recomiendan, ni siquiera durante los meses de más calor del año.
A mí lo que me ayudó bastante fue invertir en una botella reutilizable metálica, de esas que mantienen los líquidos fríos durante casi un día entero, o calientes hasta ocho horas. Así fue como descubrí que, no es que no me guste beber agua, es que no me gusta beber agua si no está fría. Que ya sé que hay quienes dicen que beber agua fría es contraproducente porque terminas bebiendo menos de la que tu cuerpo necesita en realidad. Pero en mi caso si está bien fría al menos bebo algo de agua, así que supongo que mejor eso que nada.
Cuando se pusieron de moda estas botellas hace dos o tres años, no eran precisamente baratas. Ahora en cambio hay muchas opciones y es más fácil encontrar buenas marcas a precios más asequibles, aunque mi recomendación personal es evitar las de mala calidad porque son las que antes terminan por acabar cogiendo malos olores.
Lo de los malos olores —que es algo que ha pasado desde siempre con las clásicas cantimploras— le puede ocurrir incluso a las mejores botellas, especialmente si somos propensos a dejar durante varios días un poco de agua en su interior, o si las almacenamos sin quitarles el tapón. Pero teniendo un poco de cuidado y limpiándolas de vez en cuando con este truco que os muestro en mi Cosmoclip podremos disfrutar de nuestra botella reutilizable durante muchos años.