Ahora que empiezo a estar algo más concienciada con el tema del medio ambiente me estoy tomando lo del reciclaje mucho más en serio. Tengo la sensación de que aquí en Inglaterra la gente presta mucho más atención al asunto, más que nada por la forma en la que está organizada la recogida de basuras.
En la zona en la que vivo la basura orgánica se recoge solo una vez cada 15 días —sí, habéis leído bien— y no hay contenedores públicos en las calles. Es decir, cada apartamento o casa tiene un bidón en su jardín y tiene que apañárselas para que toda la basura que una familia genera en dos semanas quepa ahí. Pero también tenemos un cajón de reciclaje por apartamento, y ese sí que pasan a vaciarlo cada semana.
De este modo consiguen que la gente se moleste en reciclar, porque de otro modo el bidón de basura orgánica se llena en unos días y se queda uno sin sitio para sobrevivir el resto de las dos semanas.
El reciclaje se mezcla todo en el cajón —vidrio, cartón, plástico, etc.— y el camión que pasa tiene diferentes compartimentos y los operarios separan las cosas en el momento de recogerlas. Si has echado al cajón algo que crees que se recicla pero no es así (como me pasó a mí alguna vez con envoltorios de plástico) te lo vuelven a dejar en tu cajón de reciclaje para que te lo comas con patatas te encargues tú de tirarlo donde corresponda.
Y si vas a reciclar por ejemplo una caja de cartón tienes que desmontarla y doblarla, para que quepa por la ranura por la que los operarios tienen que meterla en este camión.
Suena todo muy engorroso para el ciudadano de a pie, pero gracias a este sistema la gente está mejor educada con respecto al reciclaje y no llegan desperdicios equivocados a las plantas de reciclaje. Y la gente se preocupa de facilitarle la tarea al máximo a los encargados de recoger la basura aunque sea solo porque es la única forma que tiene uno de asegurarse de que no se lo vuelve a encontrar todo en la puerta al día siguiente.
El espacio en el cajón de reciclaje también es limitado y está prohibido dejar nada fuera de él, y con esto también se consigue que los consumidores opten por evitar en la medida de lo posible por ejemplo los envases de plástico a la hora de hacer la compra en el supermercado.
Y todo este preámbulo que os acabo de soltar sobre la recogida de basuras británica era solo para poneros en contexto y que veáis que es totalmente cierto lo de que aquí no queda más remedio que andar siempre buscándole un uso extra a las cosas, sobre todo a aquellas que sabemos que contaminan bastante, para al menos intentar reducir un poco la huella que dejamos en nuestro planeta.
En el caso de las pajitas de plástico lo mejor es directamente no usarlas. Afortunadamente hay cada vez más y mejores alternativas, como las pajitas reutilizables de aluminio, o las que están hechas de bambú o de otros materiales biodegradables.
Pero si os pasa como a mí y tenéis todavía por casa algún paquete de las de plástico podéis mitigar un poco la culpabilidad dándoles una segunda vida alternativa después de usarlas para beber y antes de mandarlas al cubo del reciclaje. Solo tendréis que lavarlas un poco y seguir los pasos que os muestro en mi último Cosmoclip.